domingo, 14 de agosto de 2011

Primera parte: Laramarca y Don Guillermo



¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruido
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido¡

Sierra que vas al cielo
altísima, y que gozas del sosiego
que no conoce el suelo,
adonde el vulgo ciego
ama el morir, ardiendo en vivo fuego:

                                                                     Fray Luis de León (1527 - 1591)

Revisaba mi facebook antes de partir. Emocionado difundía a todos mis amigos lo siguiente: “Próximo viaje: Laramarca, provincia de Huaytara, departamento de Huancavelica”. Varios de ellos colocaron “Me gusta”. Mi noticia en el facebook contrastaba con otras que decían: Aruba me espera, Miami sin escalas, París soñado, etc.

Laramarca “La Perla de Huancavelica” es un pueblito andino muy cercano al cielo. Tal vez la mayoría nunca ha oído hablar de él. Lo encontramos enclavado en la cumbre de un empinado monte. La esposa  de un gran maestro y amigo, decía que los habitantes de la costa del Perú son personas muy extrañas, pues miran el mar y la dan la espalda a la sierra. Es la pura verdad, muchos de ellos, no todos y  me excluyo, miran el mar y la dan la espalda a su patria, a sus orígenes, a sus ancestros y a sus propios genes.

El poblado se encuentra a una altura de tres mil doscientos metros sobre el nivel del mar. Lo primero que se aprecia de él, es un arco que nos da la bienvenida. En tan sólo tres cuadras de recorrido se llega a su pequeña Plaza de Armas, conformada por las clásicas instituciones propias de todo pueblo colonial: una pequeña y antiquísima iglesia, el local municipal y el local comunal. Adicionalmente encontramos un colegio de educación primaria en buen estado de conservación y un hotel municipal que por ocasión de las Fiestas Patrias no tenía capacidad para albergarnos.



El hotel municipal estaba copado y se nos recomendó buscar a Don Guillermo Castro, ex alcalde del pueblo, ya entrado de años. Lo primero que vi de él fue su espalda, me percaté de su estatura media y robusta, caminaba cuesta abajo por la única calle principal. Estábamos a unos cincuenta metros de distancia y aceleramos el paso para alcanzarlo. Caminaba lentamente pero se le percibía fuerte aún; le dije en tono muy respetuoso: Don Guillermo, buenos días, el volteo y nos miró con algo de desconfianza, allí recién pude ver su rostro cobrizo y bruñido, curtido alternadamente por el inclemente Sol serrano y el gélido clima de la noche andina.

El aire seco de la sierra había tallado profundas arrugas en un semblante que denotaba el carácter fiero de antaño y la serenidad del ahora. De pocas palabras, pero que transmitían calidez, nos ofreció alojamiento en su propia casa, cediéndonos dos camas que se hallaban al lado de la suya. Este gesto simboliza el carácter acogedor y servicial de los Laramarquinos.



El pequeño pueblo de Laramarca se encuentra ubicado en el Perú profundo, a una distancia de 180 kilómetros, partiendo desde la hermosa ciudad de Ica, llegar a él, tarda, en el mejor de los casos, cinco horas. Los vehículos tienen que recorrer un afirmado en pésimas condiciones. En el trayecto se encuentra el proyecto minero de Buenaventura, desde el cual, la minera concesionaria, obtiene lingotes de oro de altísima pureza y alta cotización en el mercado internacional, los cuales salen hacía el exterior en camiones blindados, protegidos por un pequeño ejército de camionetas 4x4, con hombres armados hasta los dientes.  

Antonio Raimondi, el sabio italiano que amó a nuestra patria con pasión, afirmaba que “El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro”. Hoy en día,  el mendigo, ve con inusitada resignación que otros se sientan y almuerzan hasta la gula, en su despojado banco de antaño.

Al ingresar a la vivienda de Don Guillermo, observé pieles de carnero y una gran cantidad de maíz y papa seca          que se dejaban curtir por el astro Sol. Una de las cosas que más me llamó la atención, fue el advertir que en cada cama había seis frazadas muy gruesas y pesadas, tenían lindos tonos multicolores. En ese instante pensé ¡Qué exagerados¡

Era el 27 de julio de 2011, el pueblo se preparaba para recibir las Fiestas Patrias, un estrado en la Plaza de Armas, parlantes de gran tamaño y de presumible poder con altos decibeles lo acompañaban. Las horas fueron pasando y la plaza se fue llenando.


Llegada la noche se inició un bello desfile de antorchas que marchaban lentamente desde el extremo opuesto de la plaza, decenas de niños de la escuela primaria habían confeccionado, presumiblemente con apoyo de sus padres, lindas antorchas que expresaban la capacidad inventiva de los entusiastas infantes: un avión naranja con hermosas alas amarillas, el busto de un mariscal, un patito blanco de pico naranja y cuello espigado, entre otras figuras más, conformaban el colorido y precoz desfile de antorchas, iluminadas por una solitaria vela interior.

Luego de una hora, las palabras del Alcalde del Pueblo y la premiación a la más linda antorcha. Los aplausos del público asistente a la antorcha ganadora me hicieron sentir lo bello de la vida sencilla, alejada del mundanal ruido y de las ambiciones occidentales,   del auto del año o el departamento de estreno y otras cosas de escaso valor que el oro o la hipoteca por veinte años puede comprar. Ya decía San Agustín ¡Qué feliz soy cuando voy a un mercado y veo tantas cosas que no necesito comprar¡

Llegó la noche y descubrí que las seis frazadas eran sólo un placebo. Nunca en mi vida pensé enfrentar un frío tan intenso como el que sentí en Laramarca. Era un frío casi mágico y sobrenatural que atravesaba kilos de lana que infructuosamente pretendían abrigarnos. Nada podía contra él. Yo llevaba puesto el pijama, el pantalón vaquero, dos polos,  chompa de lana, casaca “térmica”, guantes de lana y chullo, todo ello bajo 15 kilos de frazadas. El frío se burlaba de todo: era inútil enfrentarlo, era magia andina.  

domingo, 16 de enero de 2011

Fin

Luego de tres horas de caminata, iniciamos el retorno a la explanada. Un hermoso hotel se encuentra a un extremo de ella. Prefiero no preguntar el precio. Los turistas están mojados, cansados, pero contentos. Llevan en la mano una botella de agua mineral casi vacía. Veo que prefieren la San Luís, presumo  porque en letras pequeñas dice The Coca Cola Company.

Fatigados, pero satisfechos, iniciamos el descenso en el bus ecológico. Después de Machu Picchu poco me anima a la continuación de esta narración. Finalmente, el viaje de retorno en el tren local.
Así habló el viajero...

La sinergia

Veía muchas personas, avanzaban en grupos grandes y pequeños. Algunos hablaban ingles, japonés, italiano. Nuestros guías son políglotas. El esfuerzo de los jóvenes cuzqueños es loable al máximo. Tomé cientos de fotos. Todas tenían como fondo la ciudadela. Pero en un momento, luego del furor inicial, miré hacia el monte y pude ver, desde una gran altura, al caudaloso río Urubamba, enmarcado dentro de enormes farallones verdes cubiertos de nubes. Había sido ingrato con la naturaleza. Faltaba una foto de ella. Me di cuenta que la belleza de esta ciudad escondida, surge de la sinergia del trabajo inca y su entorno con la naturaleza. ¿Qué pasó acá? Me pregunté.

¡El que quiera creer que crea; el que no, que no crea¡

Llegamos a una piedra con peculiar forma, parece una mesa, me llama la atención que los turistas se agolpan a su alrededor. Todos ponen sus manos sobre ella. Acercan las palmas de las manos a un centímetro de la roca. Empiezan a decir que sienten la energía proveniente de la piedra, lo expresan emocionados en infinidad de idiomas, la gente ríe, cierran los ojos y meditan, sienten el Om. Es una piedra mística que absorbe las malas energías y fluyen de ella energías positivas, dicen. Mi amigo Fernando, afirma que regresando iremos al casino. Yo también me animo a poner mi mano sobre ella. Me dicen que la separe y la coloque a un centímetro. Me preguntan  ¿Sientes la energía? ¿Sientes la electricidad? Algo descreído dije: Cuando las gotas de la lluvia caen sobre la piedra, se fraccionan en gotas más pequeñas y eso hace sentir la vibración. Los turistas de habla castellana se rieron. Escuché que un crédulo decepcionado por lo que afirmé, respondió en voz alta ¡El que quiera creer que crea; el que no, que no crea¡

Me dio risa, aunque no fue mi intención malograrle su creencia y su ilusión mística. Tal vez no tengo la sensibilidad suficiente para creer: ese es mi problema. Al menos les dio mucha risa lo que dije y proseguí mi camino para no importunarles. Al fin y al cabo, de lo que se trata, es pasarla bien.

Los andenes

La ciudadela tiene enormes escaleras, andenes en perfecto estado de conservación, habitaciones que servían de vivienda, almacenes, templos, plazas principales y secundarias, canales de agua que funcionan superando las leyes de la Física, llamas que pastan por los jardines. 

  

¡Machu Picchu¡

La lluvia una vez más se convierte en nuestro despertador. Me levanto muy descansado. Parece que las aguas termales del día anterior aliviaron nuestra fatiga. Salimos temprano del hotel. La lluvia era intensa y por fin me permite estrenar mi poncho plástico. Camino unas cuantas cuadras y me dirijo a la estación de buses con destino a la ciudadela de Machu Picchu. Lentamente se va llenando el bus.

Lo que vino después fue inimaginable. El vehículo empieza a recorrer la ruta de acceso en forma zigzagueante. En el camino  se ven viajeros que valientemente se animan ha recorrer a pie toda la ruta. Me dicen que dura dos horas. Francamente pienso que lo no haría ni en diez. No es lo mismo Cusco a los veinte que a los cuarenta. El bus tarda veinticinco minutos en llegar a una gran explanada, en la cual, un buen número de turistas se dirigen hacía las puertas de ingreso a la ciudad perdida de los incas. El paisaje es textualmente aplastante. Las montañas tienen mucha verticalidad, son farallones verdes en los que la vida abunda. La lluvia no se detiene.

Luego de entregar nuestro ticket de ingreso, empezamos a subir unos escalones de piedra. Luego, lo más difícil de escribir. Estoy narrando un viaje. Pero lo que tengo frente a mis ojos es imposible de plasmar en letras. Sólo me aproximaré a lo que observé: Una ciudad de gran tamaño que no corresponde a las fotografías o videos que hay sobre ella. Un estado de conservación asombroso. Parece recién construida. Si se techaran todos los ambientes y se adornara con artesanía, nadie dudaría que recién ha sido construida. Los turistas miran absortos. Todos empiezan ha tomar fotos, no una, sino miles de fotos. Mis lentes se llenan de gotas, la lluvia continúa, no me molesta, la torrencial lluvia hace la visita más exótica. La altura ya no me afecta tanto. Machu Picchu está a casi mil metros de altura menos que el Cuzco. La emoción me hace subir los escalones temerariamente. Si mi corazón revienta ¡No me importa¡  ¡Conocí Machu Picchu¡

                                                                                       


                                                                                                  

La diversidad

Luego de bajar del tren, nos dirigimos a comprar el boleto de regreso y pagar el derecho de ingreso a Machu Picchu. Para los peruanos el ingreso cuesta sesenta y cuatro soles; para los estudiantes peruanos la mitad. Buscamos un lugar en donde almorzar, se hacía necesario. El menú nos cuesta diez soles. Parece que este lugar no es tan caro como nos habían dicho.  Después de almorzar hallamos un hotel cómodo, con agua caliente y televisión. La habitación doble nos costó tan sólo cincuenta y cinco soles.

Aguas Calientes es única. La mayor parte de los negocios tienen publicidad en ingles. Hay una gran cantidad de turistas. El dejo argentino y chileno es predominante. El acento de los gringos también se hace común. La gente es bonita, diversa y muy joven. Veo muchas parejas de muchachos. Muchos parecen ser novios o, en todo caso, se les ve muy enamorados. Otros parecen estudiantes que viajan en grupo. Hay también lindas familias. Algunos viajan solos pero se les nota contentos. Viajar solo tiene un encanto: la libertad de elegir el camino ha seguir, sin consultar. Me llamó mucho la atención un muchacho que viajaba con un perro dálmata, de tan sólo tres meses, me contó que siempre viaja con él: era su mejor amigo. La gente se saludad fácilmente. Conversé con muchos sin antes haberlos conocido. Parece que el ambiente turístico contagia a todos, nadie desconfía del otro. Vienen a lo mismo: conocer la ciudad sagrada de los incas.

 El nombre del poblado de Aguas Calientes se origina en las aguas termales de origen volcánico. Era imprescindible darse un chapuzón.

Nada “fashion”, me compré un short de fútbol, con un grande y horrible número tres. Así me di un chapuzón entre turistas de diversas partes del mundo. Creo que les gusto mi moda deportiva, o quien sabe, mi conchudes. Hay en los baños termales diversas piscinas, varían en tamaño y temperatura del agua, el costo de ingreso para los peruanos es de cinco soles. El paisaje es espectacular. Las piscinas se ven diminutas dentro de la enorme vegetación y el vertical monte  parece caer encima de uno. La vista se entretiene, hay gente muy linda en este lugar. Ya luego de hora y media en la caliente agua, decidí retornar al hotel. Me di un duchaso, sería un crimen que en un Hotel de Aguas Calientes no haya agua caliente. Por suerte, mi lógica fue acertada y me di una deliciosa ducha tibia. Salí a cenar. Mañana será otro día…Así hablo el viajero.

Lo soñé

Luego de dos horas y media el tren vira hacia la izquierda. Al margen derecho del río veo construcciones de tres a cinco pisos. Fue un paisaje nada predecible. Sin embargo, sentí inmediatamente que anteriormente ya había estado aquí. Soñé hace varios años que frente a mis ojos aparecía un río profundo, encarnado en un verde valle, flanqueado por pintorescas construcciones de varios pisos. Cuando desperté me dije: esto no puede ser un sueño, hubo mucha nitidez en la imagen de mi soñar.

Extrañamente, hoy, al ingresar al pueblo de Aguas Calientes, con asombro, me  percaté que tiene la imagen del sueño que tuve tiempo atrás. Es extraño, pues es la primera vez que visito el Cuzco y ya había estado aquí. Mi amigo Fernando, me dijo: "Tal vez, mientras dormías, tu alma se desdobló, y viajó hasta acá mucho antes que tu cuerpo viniera".


El viaje en tren

El tren avanza a buen ritmo. Se detiene en algunos puntos para darle paso a los trenes que vuelven de Aguas Calientes. El paisaje muestra paulatinamente el cambio que se da entre la sierra y la ceja de selva. Se va pasando de la flor morada de los andes a diversas especies de árboles que dejan caer largas lianas desde su altura. El río se vuelve paulatinamente más caudaloso y poderoso, tiene el color marrón, similar a un milo con leche.  En el camino puedo apreciar diversas ruinas incas. Algunas sirvieron de almacenes, otras son un trabajo de andenería colosal utilizado hasta el día de hoy.


Ollaytantambo


Ollaytantambo es un poblado mediano. Tiene callecitas estrechas y empedradas, tanto en el suelo como a los lados. Sus muros se remontan al incanato. Se aprecian muchos hoteles. Algunos de gran calidad. Nos refieren que uno de ellos pertenece a la ex voleybolista Gabriela Pérez del Solar. Nos aprestamos a abordar el tren. Un enorme choclo con queso nos está tentando.


En el extremo de la ciudad se encuentra la estación de ferrocarriles de la empresa Perú Rail. Es en este momento cuando uno se da cuenta de la ventaja de ser peruano en el Cuzco. Los extranjeros sólo pueden acceder a los vagones turísticos, tales como el panorámico o Hiram Bingham. El costo del viaje ida y vuelta puede sobrepasar los trescientos dólares. El boleto en el tren local me costó sólo diez soles. Un vagón cómodo e impecable. No me puedo quejar del servicio recibido. El tren partió a la hora exacta. El tiempo aproximado del viaje es de dos horas y media. El río Urubamba es nuestro compañero durante todo el recorrido.

Escoge: Cuy o Pizza


Luego de otra hora de viaje, llegamos a Ollaytantambo. Una linda plaza de color crema y balcones coloniales la adornan. Muchos negocios y restaurantes ofrecen sus productos y servicios. La mayoría lo hace en inglés. Me llama la atención la oferta de pizza. Presumo que muchos turistas sólo desean consumir productos a los que están acostumbrados y no se deciden por un sabroso cuy o un caldo de cabeza de carnero. Otros, más aventureros, sí lo hacen.

El Valle Sagrado de los Incas

El taxi pasó a las siete de la mañana por nuestro hotel. Nos esperan cien kilómetros de recorrido. El objetivo inicial Ollantaytambo. Lentamente nos vamos alejando de la ciudad del Cuzco. Poco a poco empiezan a visualizarse paisajes bellísimos. Es época de lluvias y el verdor del campo cuzqueño es peculiar. Veo a la flor morada de los andes. Nos detenemos en un grifo a recargar combustible. Amablemente nos invitan un excelente café cusqueño. El Cafetal sabe a hiel junto a este magnifico café.

Luego de una hora de recorrido, pasamos por Urubamba, poblado tradicional, rodeado de una linda campiña. El marrón de la tierra deja entrever su fertilidad. Plantaciones de papa, olluco, quinua y maíz, adornan el damero verde amarillo. Luego de algunos minutos más, logramos divisar montañas coronadas por nevadas cimas. Detenemos el auto para tomar las mejores fotografías. Aunque para ser franco, hasta el peor fotógrafo tomaría magníficas fotos en este lugar.

sábado, 15 de enero de 2011

Saqsaywaman y mi amigo Escorpión

Es en época posterior cuando toma el nombre de Saqsaywaman, cuya traducción al español es “Halcón Saciado”.  El bloque mayor de la estructura lítica pesa ciento veintiocho toneladas. Se utilizó piedra caliza cuyo origen geológico es tan antiguo que contiene fósiles de conchas marinas. Se ha determinado que el Cusco estuvo bajo el agua y el choque de las placas continentales fueron elevando la cordillera. Posteriormente en la época de la desglaciación, el Cusco fue un lago, de allí la riqueza de su tierra y su fecundidad. No fue casualidad que el imperio incaico se asentará allí.

Un guía local se nos acerca y nos cuenta hermosas historias. Sin él, en definitiva, la visita no habría sido la misma. Parte de esta estructura fue destruida y la piedra fue utilizada por los españoles para construir la Catedral del Cusco. Nos contó que el nombre de Saqsaywaman o “Halcón Saciado”, provino de la resistencia inca, la cual, durante nueve meses, enfrentó a los españoles y culturas aliadas a ellos. Fue tal la magnitud de las bajas incaicas que el campo se convirtió en fuente de alimento para las aves de rapiña, de allí su nombre: Halcón Saciado. En definitiva, la nueva historia del Perú se tiene que reconstruir.

Terminada la visita, se nos ofrece un tour a caballo con una duración de tres horas por sólo veinte soles. La ruta suena interesante, primero Q enqo, luego Puka Pukara y Tambomachay. Nos pareció una interesante propuesta. Dos cuadrúpedos alazanes de ocho años fueron nuestros amigos y encargados de transportarnos, sus nombres: Cori y Escorpión.


Siempre le tuve respeto a los caballos. En primer lugar, patean muy fuerte, son excesivamente veloces y, adicionalmente, cuando uno se sube en ellos, ve todo desde arriba. Hace años atrás monté una yegua, la escogí porque era chata, gorda y tenía mirada de “buena gente”. Escorpión, no era chato ni gordo, pero tenía mirada noble, propia de un equino. A paso lento y obediente, Escorpión, empezó a subir por un angosto camino, la lluvia del día anterior lo hacia fangoso, parecía que a él no le incomodaba. El paisaje fuera de lo común. Un turista holandés montaba un caballo y lo saludé, hablaba algo de español, le pregunté por la belleza de los países bajos, casi sin pensarlo me dijo: esto es incomparable. La verdad que sí. Mañana será otro día…Así hablo el viajero…

Saqsaywaman

A la distancia puedo divisar Saqsaywaman, es en definitiva algo único en el mundo. Un enorme rompecabezas, conforma, lo que algún día, se pensó, era una fortaleza incaica. La verdad es que se trató de un templo religioso dedicado al rayo. Su forma zigzagueante es similar a la representación de un poderoso rayo. La mitología incaica adoró al Sol, a la Luna,  a los Apus, pero también adoró al rayo, tal como lo hicieron los nórdicos cuando representaron a Thor.


El Cristo Blanco

A dos kilómetros del Cusco se erige Saqsaywaman, colosal construcción lítica. Según Huamán Poma de Ayala, su construcción tardó setenta y siete años. En el camino puedo apreciar al Cristo Blanco, donado en los años cincuenta por los palestinos residentes en el Cusco. Es muy parecido al Cristo del Corcovado. Fue tallado por los maestros artesanos de San Blas, en mármol blanquísimo.


Los canales

Un enorme jardín posterior, verdísimo, con tonalidades de “green” de golf. Canales de agua elaborados por los incas y conformados por piedra, funcionan hasta el día de hoy.

El Coricancha

El Coricancha era otro destino insoslayable. Los extirpadores de idolatrías destruyeron muchos templos incas. Eso no debe sorprendernos. La religión es intolerante y dogmática. No importa de qué religión hablemos. La espiritualidad y la religión son dos conceptos antagónicos. La religión divide a los hombres; la espiritualidad los puede unir. Sobre las ruinas del Coricancha, los españoles erigieron su templo. Lo extraño de ello, es que arquitectónicamente están amoldados, parecen polos apuestos que se atraen. Una especie de matrimonio perfecto. La estética de esa unión parecía el trabajo de un arquitecto que fusiona estilos, y no el producto de la labor destructiva de los extirpadores de idolatrías. El Coricancha representa al Perú de hoy... Así habló el viajero...



La piedra de los doce ángulos


Un joven me ofrece sus servicios de guía y me toma algunas fotos. Me muestra la piedra de los
doce ángulos. Cada ángulo representa a una importante familia inca del Cuzco. Nos explicó que las piedras tienen una estructura antisísmica. Las piedras con más ángulos son las que soportan la mayor tensión y fueron las primeras en colocarse en relación con las piedras de mayor volumen. Las piedras más pequeñas están en la base y soportan las posibles ondas sísmicas que genera un movimiento telúrico. Las piedras tienen una profundidad de cuarenta centímetros. Pero la piedra de los doce ángulos tiene una profundidad de cuatro metros. El tallado de las piedras es sorprendente, recordemos que los incas no conocieron el hierro. Parte de los muros fueron desmontados por los conquistadores, pensaban que había oro en su interior. Luego no sabían como reubicarlos. A veces me pregunto ¿Quiénes eran más avanzados?


La Universidad San Antonio de Abad

Arribamos finalmente al Hotel “El Hogar”. Aprecio que es un negocio familiar y sencillo. Wilfredo nos atiende cortésmente. Toda la familia es atenta y afectuosa. Esta ciudad se adecua al turismo. Sus pobladores son profesionales en la atención al turista. Por fin, la ansiada habitación. El mate de coca para combatir el mal de altura o soroche. Dos horas de sueño son suficientes. Algo de fatiga por la altura.

Estoy hospedado a sólo cuatro cuadras de la Plaza de Armas. Mi primera visita es la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional San Antonio de Abad. Guardo gran respeto por los juristas cusqueños. El Cusco siempre ha producido abogados notables y honestos. He traído dos libros de mi autoría desde Lima. Uno será obsequiado al Señor Decano de la Facultad, y el otro, a la biblioteca de la renombrada casa de estudios.

Son las cuatro de la tarde y me doy cuenta que no había almorzado. Los que me conocen saben que soy un sibarita. Me gusta la buena comida, entre otras cosas. Con sólo seis soles almorcé muy bien. Caminaré un poco, conoceré lo más céntrico y volveré a la habitación. Tendré un encuentro con mi noteebok, escribiré algunas líneas que espero alguien tenga interés en leer, caso contrario, seré el único en hacerlo. Mañana será otro día…Así hablo el viajero…

El sonido de la lluvia me despertó. Llueve tanto en el Cusco que crecen plantas de entre las tejas de las casas. La calle parecía un riachuelo. El agua discurre entre las avenidas empedradas, como buscando huir de ellas; tal vez, anhelando encontrar un río que les permita seguir su destino. La lluvia andina es todo un evento para un limeño como yo.

Buenos días Señor Decano, es para mi un honor visitar al Decano de la Facultad de Derecho de una de las universidades más emblemáticas del Perú y América. Como respuesta de ello, el Decano me dijo: es para esta humilde universidad un honor que usted nos visite y tenga la gentileza de obsequiarnos la obra de su autoría, nos falta material sobre Títulos Valores. Le haré llegar un oficio de agradecimiento por este noble gesto, me dijo. Esas palabras me hicieron sentir muy halagado: La Universidad San Antonio de Abad del Cusco es una de las más antiguas de América. Pienso que el Cuzco fue capital de un gran imperio y, por tanto, se refleja en su gente los modales cortesanos de orígenes precolombinos,  propios de la realeza cuzqueña.

Continué mi recorrido caminando por la ciudad y llegué a una angosta vía encausada por dos paredes de piedra de muchos metros de altura. A mi derecha, conformada por enormes piedras talladas magistralmente, confeccionadas por los incas; a mi izquierda bloques de piedra apilados rudimentariamente, pegadas por una argamasa tosca, confeccionadas por los “inca… paces”. Así llaman en el Cuzco a los conquistadores, refiriéndose al trabajo en piedra que efectuaron, en definitiva manejaron la pólvora mejor que la piedra, eso fue suficiente. Fue más convincente.

Los toritos y la cruz

La ciudad está rodeada de montañas verdes con casitas pintorescas. Techitos de dos aguas preparados para soportar las lluvias, le dan colorido a esta imperial y majestuosa ciudad. Un torito de cerámica y una cruz, siempre adornan el techo de las viviendas del Cusco. Simbolizan la fuerza del toro y la protección divina sobre el inmueble. He conocido Washington D.C., la capital del imperio Norteamericano, era monumental, pero esto es diferente: estoy en el ombligo del mundo. Es la capital del Imperio Incaico.


La Plaza de Armas

Estiro la mano y se detiene el taxi. Un joven atento y conocedor de su ciudad conduce y me lleva a un hotel recomendado por él. En la ruta, la plaza de armas del Cusco. Tal vez la más bella del Perú. La plaza de armas de Trujillo es hermosa, esta es maravillosa. Subsisten muros de piedra construidos durante el imperio incaico.

El aeropuerto del Cuzco

Es extraño, pero en el Perú, los aeropuertos casi siempre están ubicados en lugares desagradables, así las ciudades sean bellas. Esa sensación la tuve en Arequipa y en otras partes del Perú. Sin embargo, en el Cusco, todo es diferente, la belleza se aprecia desde antes de la llegada, desde el aeroplano, el plano y el altiplano.


A veces uno busca fuentes de financiamiento poco ortodoxas y por demás arriesgadas. Esta vez resultó. Una hermosa combinación de indios y toros con multiplicadores luminosos, hizo que la maquina empiece a sonar estruendosamente. El viaje del día siguiente estaba financiado de manera aleatoria.

A las seis de la mañana del día 10 de enero de 2011, encontré un corazón contento, pero un estomago algo resentido. El pepperoni, de una pizza, había disgustado mis  entrañas. Me levanté con algo de malestar. Por suerte, el entusiasmo fue tan intenso que tuvo efectos medicinales. Dos horas después, estaba en el Aeropuerto Internacional “Jorge Chávez”.

Tuve una agradable sensación al ver la gran cantidad de público y turistas. Lo que años atrás era propio de aeropuertos de las grandes  ciudades, hoy lo podía ver en Lima. El vuelo se retrasó veinte minutos debido al intenso tráfico aéreo. Acaba de descubrir que en Lima, el tráfico es intenso, hasta en el aire; dejó de ser exclusividad de las vías terrestres.

Último llamado a los pasajeros del vuelo Lan 503, con  destino a la ciudad del Cusco, pasajeros abordar por la puerta número doce. La gente se puso de pie y, con inusitada rapidez, empezó a dirigirse a la puerta de ingreso. La ansiedad los hacía parecer inseguros. Una señora me habló en inglés. Entendí que me pedía que retire la cuerda de un pequeño y antiguo reloj, con la finalidad de poner la hora peruana. El artefacto estaba tan duro que previo un “sorry” fue devuelto a la anciana; tuve temor de dañarlo. Lástima que no pude ayudarla y menos explicárselo. Siempre estuve divorciado del idioma inglés. Me parece una lengua antipática, utilizada por gente simpática.

La nave era un Airbus A310. El ser humano ha creado cosas hermosas. Entre ellas, los aviones. El deseo de volar hizo que la inteligencia del hombre se plasme no sólo en un aparato volador, sino en la belleza misma. Se dice que la arquitectura es ciencia y arte. Yo considero que la ingeniería aeronáutica y el trabajo de sus diseñadores, es más arte que ciencia. Las aves creadas por los hombres son tan bellas como las aves creadas por Díos.  

Se dice que la cabina está presurizada, sin embargo, cuando los motores calientan, se puede percibir el olor a combustible quemado. Es tan agradable estar en un avión: me gusta volar. La sensación de la aceleración previa ha salir disparado por los aires, es verdaderamente placentera. El temor natural en el momento del despegue es extrañamente agradable. Abajo, Lima, mi ciudad natal ¡Hermosa desde la gran altura¡

Han pasado algunos minutos y la nave empieza ha virar hacia la izquierda, adentrándose en el inmenso Perú. Mi país es un bebé grande o más precisamente un país adolescente, tal como lo llamara Luís Alberto Sánchez, el notable maestro universitario.

Conforme la nave avanza, puedo ver ríos agonizantes que luchan contra la sed del desierto. Como pequeñas cicatrices, van trazando una tenue marca verde que se desliza y proyecta por los valles costeros, buscando la mar. A la distancia, una blancura se divisa, son los picos nevados ¡Qué imponentes son¡ Los antiguos peruanos pensaron que las montañas tenían alma. Los Apus eran sus protectores. Así los llamaban. El hombre siempre ha sentido fascinación por sus montañas. Los griegos tienen sus dioses residentes en el Olimpo.

Señores pasajeros, les habla el capitán de la nave, dentro de diez minutos estaremos aterrizando en la ciudad del Cusco, gracias por volar en Lan. Mi curiosidad me hace siempre escoger un asiento junto a la ventanilla. He volado muchísimas veces, sin embargo, cada vez que lo hago, es como la primera vez. Una curiosidad casi infantil, me permite ver montañas con vivo verdor, cubiertas con árboles que parecen ser eucaliptos. Diviso, desde la altura, casitas de color arcilla, parecen de juguete, son similares a las casitas miniaturas de barro que se venden como souvenirs a los turistas. El piloto efectúa algunas maniobras y el Airbus A310 se posa suavemente sobre la pista, como una mariposa: aterrizaje perfecto.  Bajando del avión procedo a las fotos de rigor. ¡Cusco es lindo¡

Cuzco a los 41

Es extraño, de niño siempre soñaba con conocer Machu Picchu. He llegado a los 41 y, al iniciar esta narración, sólo había visto fotos de almanaque. Entonces me dije: No dejaré para pasado mañana lo que puedo hacer mañana; la decisión había sido tomada.