domingo, 16 de enero de 2011

¡El que quiera creer que crea; el que no, que no crea¡

Llegamos a una piedra con peculiar forma, parece una mesa, me llama la atención que los turistas se agolpan a su alrededor. Todos ponen sus manos sobre ella. Acercan las palmas de las manos a un centímetro de la roca. Empiezan a decir que sienten la energía proveniente de la piedra, lo expresan emocionados en infinidad de idiomas, la gente ríe, cierran los ojos y meditan, sienten el Om. Es una piedra mística que absorbe las malas energías y fluyen de ella energías positivas, dicen. Mi amigo Fernando, afirma que regresando iremos al casino. Yo también me animo a poner mi mano sobre ella. Me dicen que la separe y la coloque a un centímetro. Me preguntan  ¿Sientes la energía? ¿Sientes la electricidad? Algo descreído dije: Cuando las gotas de la lluvia caen sobre la piedra, se fraccionan en gotas más pequeñas y eso hace sentir la vibración. Los turistas de habla castellana se rieron. Escuché que un crédulo decepcionado por lo que afirmé, respondió en voz alta ¡El que quiera creer que crea; el que no, que no crea¡

Me dio risa, aunque no fue mi intención malograrle su creencia y su ilusión mística. Tal vez no tengo la sensibilidad suficiente para creer: ese es mi problema. Al menos les dio mucha risa lo que dije y proseguí mi camino para no importunarles. Al fin y al cabo, de lo que se trata, es pasarla bien.

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